22 de diciembre de 2010

Patas arriba, alma de tachero

A la vuelta de casa tengo un kiosquero que tiene abierto toda la noche. Es un tipo de unos 60 años que se queda solo y aburrido en el kiosco, y por alguna razón descubrió que me puede dar charla. Y esa charla es de taxista. Quisiera preguntarle si alguna vez fue tachero, estoy seguro de que es su vocación, pero ya casi no le hablo.
Siempre se quejaba de lo mal que anda el país, que cada vez estamos peor, que los valores, que la moral, etc, etc.
Me sorprendió que escuche a Dolina, tal vez por eso le di un poco de bola al principio.
El otro día me mostró que estaba leyendo a Galeano, y así de la nada me leyó en voz alta la introducción del libro "Patas arriba", un párrafo que dice así:

"Hoy en día ya la gente no respeta nada. Antes poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la ley... La corrupción campea en la vida americana de nuestros días. Donde no se obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas."

Y levantó la vista para mirarme como diciendo "¿Ha visto? ¡Qué gran verdad!"

4 de noviembre de 2010

Pagadiós

Verano del 86, Villa Gesell. Epoca de carpas, fogones, guitarreadas, rock nacional y silvio, porros, clericós berretas.

Habíamos ido de campamento un puñado de amigos y amigas. Una noche Juan y yo decidimos ir a comer pizza a la 3. Fuimos a la pizzería más barata del centro; estaba hasta las manos, a duras penas conseguimos una mesita en la vereda, bastante alejada de la puerta.

El mozo no venía nunca. Después de mucho rato tuvimos nuestra pizza y nuestra birra en la mesa.

La peatonal estaba repleta también, como todas las noches, la mayoría chicos y chicas de nuestra edad (17 por entonces), como sigue siendo hoy, creo.

Terminanos de comer y otra vez llamar al mozo para pagarle. El "garçon" había desaparecido en el tumulto de clientes. Era un morocho petiso y fortachón, con la mala onda propia de quien está laburando como un burro a la noche, mientras la pendejada está de joda; y también, reconozcámoslo, con la misma onda de cualquier típico mozo argentino, no importa dónde ni la cantidad de clientes. Podría decirse que era la pizzería "Los Hijos de Puta" de Capussotto, pero sería un poco exagerado.

30 de octubre de 2010

Por qué fui a la Plaza



Hay una porción (seguramente importante) de la clase media porteña que habla y piensa como los chicos, al menos en materia política. Tener el intelecto de un niño no es exactamente una virtud, ni siquiera una ingenuidad comprensible ni una metáfora de "el niño que todos llevamos dentro" en el sentido lúdico.

A un chico se le acepta que diga estupideces con la mayor soltura e irresponsabilidad porque se le puede explicar, guiar, enseñar, mandarlo a la escuela, o eventualmente hasta darle un chaschás en la cola.
Pero un adulto tiene derechos y obligaciones: puede y debe votar, puede comprar casas, autos, empresas, contratar asalariados, por lo tanto debe respetar las leyes e ir en cana si no las cumple.

Un niño cree que el universo es lo que ve en su casa y a lo sumo en su escuela. La diversidad es algo que se entiende y se aprende caminando hacia la adultez. Un boludo que no te conoce y te dice "¿visssste esta conchuda?" como quien te hace un guiño, presupone que vos ya pensabas lo mismo desde siempre, sin necesidad de aclarar nada, sólo porque vivís en el mismo barrio, trabajás en la misma oficina y usás ropa más o menos parecida (el imbécil no se da cuenta que en la oficina estamos obligados a vestirnos todos iguales).